📸 Mis favoritos de Grace Coddington

¡Hola psicodélicos!
Hoy os traigo una entrada muy muy especial. 
Os voy a hablar sobre una pelirroja muy reconocida en el mundo de la moda: 
Grace Coddington, la exdirectora creativa de Vogue USA. 

Os contaré un poco sobre ella y su trayectoria profesional, también he introducido una entrevista (ya sabéis que me requetencantan) y he seleccionado mis fotografías preferidas.  

¡Esta entrada va para largo! 
A sí que coged un buen sitio con vuestro portátil y una taza de café, y disfrutad del post.
¡Espero que os quedéis impregnados de la personalidad de esta mujer y que os inspire!


Grace se reconoce al instante por su enorme mata de pelo rojo encrespado, que ha marcado su look personal desde la década de los sesenta y hoy es ya tan icónica como la melena bob con flequillo de Anna. La legendaria directora creativa de Vogue USA sabe que tienes que apartarte de las masas para conseguir dejar huella, y que si hay alguien que pueda inspirar a los futuros estilistas, editores y empresarios de moda del mañana, es ella.



Grace, que nació bajo el nombre de Pamela Rosalind Grace Coddington en 1941, pasó su infancia lejos de la industria de la moda que luego acabaría convirtiéndose en su hogar. Grace creció en el hotel Tre-Arddur Bay que dirigían sus padres en la remota isla de Anglesey, en la costa de Gales. Fue a la escuela en el convento local acompañada de otras 60 niñas galesas a las que superaba en altura, pero se pasaba el día soñando con las luces brillantes de la gran ciudad. Grace abandonó el nido materno a la edad de 18 años, cuando cogió un autobús hacia Londres con una copia de Vogue en el bolsillo y el sueño de convertirse en una modelo.

En Londres, un horroroso accidente de tráfico puso fin a estos sueños y la obligó a someterse a dos años de cirugía reconstructiva para su rostro, pero al recuperarse volvió a la industria de la moda y, junto con Twiggy, Celia Hammond y Jean Shrimpton, se acabó convirtiendo en una de las modelos más famosas de los sesenta. En 1968, Grace saltó al otro lado de la cámara para convertirse en la editora de moda junior de la Vogue británica, hasta pasar a ser rápidamente la directora de moda. En 1987 se trasladó a Nueva York para trabajar con Calvin Klein antes de darse cuenta de que su corazón estaba en las revistas y se unió a Anna Wintour en la Vogue americana en 1988, donde ha permanecido desde entonces.

Grace podría haber seguido siendo el secreto mejor guardado de la moda si no hubiese sido por The September Issue (muy recomendable!!), el documental de R.J. Cutler del 2009 que catapultó a una Grace tímida con la prensa hacia la fama de la noche al día. "La primera vez que supe de The September Issue (la única razón por la que todo el mundo ha oído hablar de mí) fue cuando Anna Wintour me llamó para que fuera a su despacho de Vogue para hablarme de ello", escribe Grace en sus memorias. "Siempre me sorprende que la gente que ha visto la película responda ante mí de forma tan positiva.

Quizás sea porque doy la impresión de ser muy sensible sobre la pantalla... puede que la gente siempre reaccione así ante alguien que parece tan espontáneo, o alguien que se atreve a contestar a su jefa como nadie más lo haría en la revista, tal y como yo lo he hecho y probablemente lo volvería a hacer", o puede que sea porque Grace representa al héroe que todos nosotros tenemos dentro, un creativo intransigente que realmente cree en la moda como arte y hace que eso se traduzca en todo lo que hace. Sobra decir que, si Grace ya era popular dentro de la industria de la moda antes del documental, tras su estreno su popularidad se disparó aún más. "Me encontraba con grupos de personas reunidos de forma regular fuera de mi apartamento en Chelsea," recuerda. "Freaks de la moda, gais, heterosexuales, jóvenes, viejos, toda una mezcla... ¡Me sentía como los Beatles!

"Para mí, uno de los aspectos más importantes de mi trabajo es dar a la gente algo con lo que soñar", concluye Grace, "justo como yo solía soñar durante todos esos años cuando era una niña y miraba esas hermosas fotografías". A sus setenta años, Grace disfruta de su posición como una de las figuras más respetadas en la industria de la moda. Es amada por las jóvenes y viejas estrellas del mundo de la moda, tal y como puedes ver en las citas que hemos recogido. Tomé café con Grace en París durante la Semana de la Moda para celebrar el lanzamiento del libro y su inspiradora carrera llena de éxito.


Cuándo recuerdas tus tiempos en la Vogue británica, ¿cuáles son tus recuerdos favoritos?

Cuando miro hacia atrás, me doy cuenta de que fueron unos tiempos muy fáciles para mí. Para empezar, solo tenía una sesión de fotos cada seis semanas, más o menos. Tampoco había restricciones comerciales, podías fotografiar cualquier cosa que te gustara. Una vez tuve que ir a China para la Vogue británica y pensé, 'Hmm... quizás no utilice todas esas maletas de ropa que he traído, quiero fotografiar a todo el mundo en uniforme'. Hoy en día no podrías hacer eso en la Vogue británica. ¡Probablemente ni siquiera podrías hacerlo en i-D! Debes mantener los ojos abiertos, porque la vida es algo real y la reputación es real, y con eso es con lo que te ganas el sueldo a fin de mes. Pero, por aquel entonces, no necesitabas ser realista, podías ser totalmente espontáneo. Era maravilloso.

Siempre tuviste muy buen ojo para descubrir nuevos talentos.

Fue un placer para mí trabajar con fotógrafos jóvenes en aquella época. Ahora no lo es tanto, porque el tiempo significa dinero y tengo mucha responsabilidad sobre mis espaldas. Si apuesto por alguien nuevo para una sesión de fotos y aceptan mi propuesta tendré que soportar una voz en mi subconsciente diciendo: 'Mierda, será mejor que esto funcione, porque de no ser así ¡habrás perdido cien mil dólares!'



¿Quién te enseñó a ser editora de moda?
No lo sé. Todo tiene que ver con el modo que tienes de ver las cosas. Clare Rendlesham [editora de moda de Vogue] fue una persona que observé muy de cerca. Creo que era una editora maravillosa, como también lo fue Sheila Wetton [editora de moda de Vogue]. Era una mujer mucho más mayor, pero me encantaba su actitud ante la vida. Siempre pienso que soy la reencarnación de Sheila Wetton. Me encantan los gatos, digo un montón de palabrotas y antes fui modelo y ella también. Creo que era una mujer extraordinaria.

¿Durante cuánto tiempo fuiste modelo?

Fui modelo durante nueve años, pero muy de vez en cuando, porque en 1960 tuve un accidente de coche y acababa de empezar a trabajar como modelo en 1959.

 

¿Cómo te metiste en el mundo de la moda?

Soy muy afortunada. Todo lo que me ha pasado en la vida me ha caído del cielo. Yo vivía en el norte de Gales, en Anglesey, y sabía que no podía pasar el resto de mi vida allí. Me encantaba, pero llega un momento en que los pájaros tienen que abandonar su nido. Así que me subí a un tren y vine a Londres. Trabajé de camarera para un amigo en una cafetería llamada Stockpot, en Basil Street. Solía leer Vogue, sé que esto suena como publicidad para Vogue, pero de verdad solía leerla, lo que no era una cosa fácil en Gales en los 50. En Vogue vi un anuncio que decía: 'Tú también puedes ser una top model'. Así que envié una solicitud y fui y conocí a Cherry Marshall [agente de modelos en Londres en aquel momento], y luego hice un curso para modelos con ella por las tardes.



¿Solías andar por ahí con libros en la cabeza para mejorar tu postura?

No, no lo hice. Las clases de Cherry Marshall eran básicamente unas clases sobre modales que todas las chicas debían conocer, así que mi madre estaba contenta. Nunca me hizo preguntas. Le dije: 'Me voy a Londres', y ella dijo: 'Ah, está bien'. Mi hermana se casó a los dieciocho años y mi madre dijo: 'Ah, vale'. Así que me fui para Londres. Iba a esas clases de modelo por la tarde y trabaja en Stockpot durante el día. Entonces un día alguien en Stockpot me dijo: 'Oye, deberías apuntarte al concurso de modelos'. Así que envié mi inscripción y tuve que ir a la escuela de modelos para conseguir mi tarjeta de modelo.



¿Todavía tienes tu primera tarjeta de modelo?

Sí, ¡son muy divertidas! Tenía un montón y llevo unos leotardos negros con un suéter grande.



¿De qué color era tu pelo?

Mi pelo era rojo, pero no tan rojo como ahora.



¿Y de dónde vino el nombre 'Grace Coddington'?

Grace es el nombre de mi abuela. Mi nombre real era Pamela, y mi amiga en Stockpot se llamaba Panchita. Todo el mundo le llamaba por el diminutivo 'Pan' y a mí como 'Pam', así que me dijo: 'tendrás que cambiarte el nombre, porque la gente nos va a confundir'. Así que lo cambié por el de mi abuela y participé en el concurso de modelos como Grace Coddington. A través de él conocí a Brian Duffy, Terence Donavan y David Bailey... Eran los salvajes años 60.



¿Cuál fue tu primera impresión al conocer a Bailey?


No recuerdo la primera vez que conocí a Bailey, pero sí recuerdo muy claramente cuando conocí a Terence Donavan. Él tenía un pequeño estudio en Knightsbridge, en Yeoman's Row, enfrente del pub Bunch of Grapes. Entré con mi book y él estaba allí con los pies sobre la mesa, así [cruza los brazos]. Me dijo 'Hola' y empezamos a charlar. Luego me dijo 'Me he casado hoy', y le dije, '¿Sí? ¿Y entonces qué haces en el estudio?', y me contestó, 'Sí, me he casado hoy. Pero ya sabes, da igual...' Salí de allí pensando: 'Oh Dios mío, este es el mundo de las modelos, ¡es alucinante!'



Qué gracia.

No podía entender ni una palabra de lo que decía por su acento cockney, y él hablaba y hablaba. Luego, a través de él, conocí a todo el mundo. Bailey acababa de empezar por aquel entonces. Quizás estaba trabajando en Studio 5 con Norman Eales, pero Vogue pronto lo sacó de allí y empezó a amarlo. Era muy mono, todo el mundo siempre lo decía: '¡Oh, qué mono es!' Y lo era.



¿Estabas al tanto de su reputación por aquel entonces?

Bueno, por supuesto que sí. David Bailey hace el amor cada día.



He oído muchas cosas acerca de su reputación en los estudios...

Oh sí. Era muy escandaloso. Quiero decir, era muy escandaloso de verdad. No sé cómo era cuando estaba con Jean [Shrimpton], empecé a trabajar con él de modelo cuando dejó a Jean. Cuando estaba con Jean, casi solo le hacía fotos a ella.


Norman Parkinson también tenía a menudo una modelo favorita con la que trabajaba.

Mi primera foto como modelo la hice con Parkinson.



¿Cuál fue tu primera impresión sobre él? ¿Te daba miedo?

No daba nada de miedo. Era encantador. Era maravilloso. Era como una figura paterna. 'Querida...', solía decir siempre. Mi primera foto fue un desnudo. Un día un modelo masculino que trabajaba siempre con Parkinson vino a Stockpot. Era muy guapo, realmente encantador. A lo que iba, Parkinson le dijo: 'Cada vez que veas a una chica guapa, mándamela hacia aquí'. Así que cuando me vio me dijo: 'Deberías ir a conocer a Parkinson'. ¡Estaba muy emocionada! Cuando vivía en Gales, Parkinson era el fotógrafo que realmente destacaba en la Vogue. Así que fui a conocerle con mis fotos, pero él no quería ver mis fotos, solo quería verme a mí. Me pidió que me diera la vuelta y luego me preguntó si estaría dispuesta a hacer una foto con él durante el fin de semana, se trataba de un desnudo. Estaba tan emocionada que no escuché la palabra 'desnudo'. Solo pensé 'una foto con Parkinson, ¡sí!' No tenía ningún problema con aparecer desnuda, ni si quiera sabía para qué era. Poco antes de morir, me envió una nota diciendo: 'He encontrado las fotos que te hice desnuda y me gustaría enviarte una copia'. Luego murió, así que nunca las recibí.



¿Alguna vez conseguiste descubrir dónde acabaron?

Pregunté a una chica que trabajaba en Vogue para ver si podía encontrarlas, estuvo mirando unas hojas de contactos a través de la galería Hamilton. Creo que su archivo está un poco hecho un desastre. Cuando estaba buscando fotos para incluirlas en mi gran book de fotos, Grace: Thirty Years of Fashion at Vogue, había una foto que hicimos en las islas Seychelles y no la pude encontrar por ningún lado. Me enviaron una caja entera llena de transparencias de papel arrugadas y la encontré entre ellas.


Hiciste algunos grandes viajes con Parkinson.

Es cierto, fui a Jamaica un par de veces y a las Barbados, Portugal y también a Rusia.

¿Quién era la chica con la que fuiste a las Barbados?

Apollonia Van Ravenstein. Estaba loca. Todavía anda por ahí. Vive por el norte de Nueva York. A veces aparece en desfiles de Dries Van Noten. Era uno de esos personajes chalados que es amigo de todo el mundo.

 

¿Cuándo te hiciste el famoso corte de pelo de Vidal Sassoon [The Five-Point Cut]?

En 1964. Antes de eso ya estaba trabajando con Sassoon. De hecho, se suponía que tenía que ir a Nueva York con él cuando hizo ese viaje, pero como tuve el accidente de coche no pude ir. Era un corte de pelo radical. Sassoon lo desarrolló para mí, yo era su modelo. 
 


Nuestra nieta es pelirroja como tú.
A los norteamericanos les encantan los pelirrojos. 
Anna odia a los pelirrojos. Yo siempre intento poner pelo rojo en las modelos. Me gusta mucho el pelo con colores fuertes, no importa qué color, ¡podría ser verde! El único color de pelo que no me gusta es el rubio, lo encuentro aburrido. Me gustan los pelirrojos porque suelen tener la piel muy pálida, pero ese no es el look ideal para Anna, a ella le gusta la gente con aspecto saludable y le gusta la gente rubia porque es el sueño americano. Pero a mí me va bien el pelo rojo, va con mi personalidad.



¿Cuándo dejaste de trabajar como modelo y empezaste con el estilismo?

Había trabajado como modelo durante casi nueve años cuando Clare Rendlesham [que entonces era editora de moda en Vogue] me dijo: 'Eres un poco mayor, ¿no? ¿Por qué no vienes a trabajar conmigo?'



¿Era Beatrix Miller editora en Queen en ese momento?

No, Bea ya estaba en Vogue por aquel entonces. Clare me pidió que fuera a Vogue unas cuantas veces. Se empezó a dar cuenta de que las chicas eran cada vez más jóvenes, mientras que yo ya estaba al final de los 20. Apareció Twiggy y, sabes, me puse a pensar en ello. Luego Marit Allen [editora de la sección 'Young Ideas' de Vogue] me llamó y me dijo que pensaba realmente que debería ir a trabajar en Vogue, y pensé que eso me iba mejor. Así que fui e hice una entrevista durante la comida con Bea. Debía de ser hacia el 1967 y empecé en enero del 1968. Creo que Bea es una mujer maravillosa.



Es maravillosa.

Increíble. Tiene ojo, oreja y nariz para el talento. Le da a la gente libertad para que desarrolle su talento. Al menos a mí me lo dio. Nunca me dijo: 'No, no hagas eso'. Ayudó a un montón de gente a que se desarrollara de una forma muy inteligente.

Oh, eso es increíble. Acabo de descubrir que la mayoría de gente le tenía miedo. 
Rompimos las reglas muchas veces cuando trabajábamos juntos en Vogue. ¿Te acuerdas cuando hicimos la portada de cuerpo entero con Manolo Blahnik y Anjelica Huston [fotografiados por David Bailey, 1974]? Y luego estaba también esa suculenta portada [febrero 1977], fotografiada por Willie Christie...
Cuando trabajábamos juntos en la Vogue británica, ¡siempre pensé que me odiabas! Siempre estábamos discutiendo sobre una cosa u otra. Todo el mundo sabe que el departamento de arte y el departamento de moda siempre se están peleando, por mucho que te guste el director de arte, siempre vas a pensar: '¿Por qué utilizó esa foto en lugar de esta otra?' Todo eso fue hace tiempo, pero todavía lo recuerdo como si fuese ayer.

Sí, Bea siempre estaba dispuesta a romper las reglas. 
Venía de la revista Queen, donde siempre solían romper las reglas. Dieron la vuelta a la revista, literalmente, la gente la conocía por eso.



¿Y qué me dices de la portada de la Vogue australiana [enero 1975]?

Sí, esa también dio un giro radical.

Y luego había otra portada que estaba completamente desenfocada.
Si las miras ahora, ¡todas están desenfocadas! Porque todas se hicieron con películas con grano y eso hace que parezcan desenfocadas, lo que me encanta, es divertido. Hice una sesión de fotos sobre Ku Khan para la Vogue británica y quedaron tan borrosas que casi no se veía nada. Era realmente hermoso, muy fresco. Recuerdo que todas las modelos llevaban vestidos pastel. Todavía me río cuando las veo porque esas fotos no se publicarían en ninguna revista ahora. ¡Seguramente ni siquiera en la tuya!



Bea solía dejar pasar los fallos, era increíble.

Ese era el punto fuerte de Vogue. Tenía una gran reputación en todas partes, incluso en Estados Unidos. Siempre me sorprendía mucho que la gente supiera qué hacíamos, especialmente cuando hablaba con norteamericanos.



¿Qué es lo que te hizo venir a Estados Unidos?

En verdad, un montón de cosas, pero el tiempo tuvo mucho que ver con ello. Vine en 1987. Era un buen momento para mí. El niño de mi hermana, que yo había estado criando después de su muerte, se había hecho mayor. Mi madre había fallecido hacía un par de años, así que no había nada que me atara a Inglaterra, pero sobre todo fue porque tenía una relación con Didier [Malige] y él vivía en Nueva York. Anna aportó un toque cautivador a la Vogue británica. Tomó las riendas. Es difícil cuando estás acostumbrado a trabajar en un lugar y de repente miras a tu alrededor y, aunque todo parece lo mismo, se ha convertido en un sitio completamente distinto.



¿Y qué hiciste?

Calvin Klein había estado insistiéndome para que trabajara con él, así que pensé: "Si no voy ahora no iré nunca". Me encantaban los Estados Unidos, siempre estaba haciendo sesiones de fotos allí. Fui la primera que vine a cubrir todas las colecciones, ninguno de los otros editores europeos había venido en ese punto. Estaba muy emocionada, era otro punto de vista. Incluso ahora cuando llego desde el aeropuerto siento esa sensación. La energía que sientes en comparación con Inglaterra es increíble. Inglaterra me estaba agotando, nadie quiere hacer nada allí y yo me estaba volviendo como ellos. Fue muy difícil para Anna cuando se fue a la Vogue británica, todos le decíamos: 'Oh, no podemos hacer esto' o 'No podemos hacer eso'. Todo eran negativas y más negativas. Debió ser muy frustrante para ella. Yo di un paso hacia atrás y me dije: "Tienes una oferta de Calvin Klein con un montón de dinero para ir a vivir a Estados Unidos", y Didier estaba allí. Así que di un gran suspiro y lo acepté. Recuerdo estar conduciendo por Fulham Road en dirección al aeropuerto y pensar: 'Ya está hecho...'



¿Y nunca miraste hacia atrás?

No, nunca miré hacia atrás. Me quedé con mi piso durante unos nueve meses, lo alquilaba, pero luego pensé que incluso si regresaba no quería volver al mismo piso, así que lo vendí.




¿Durante cuánto tiempo trabajaste con Calvin Klein?

Durante un año y medio, pero la Séptima Avenida no es para mí, es diferente. Tienes que estar en el estudio por la mañana, al mediodía y por la noche. Conocía a Calvin y me encantaban sus diseños cuando Zack Carr estaba con él. Era un diseñador muy bueno y muy buen amigo mío. Era un buen amigo de Bruce Weber, así que empecé a trabajar con Bruce un montón, de él pillé todo el rollo norteamericano. Me pareció un momento perfecto para venir a Nueva York, pero cuando llegué a trabajar con Calvin, Zack ya no estaba allí, había un equipo de gente adorable, pero no tenían su talento. Cuando Zack volvió un poco después creo que se molestó un poco al ver que yo estaba al mando. Él había sido originalmente el director de diseño. Yo no era una jefa muy mandona, siempre trabajo al lado de la gente, en lugar de decir: 'Soy la jefa y tú tienes que hacer lo que yo te diga', y no soy una diseñadora. Esa fue la época en la que a Anna la hicieron editora de Vogue América, la veía muy a menudo, íbamos a cenar juntas con su marido David y continuamente me preguntaba_ '¿Cómo te va? ¿Cómo te va?' Y yo le decía: 'Bien, bien', ya sabes. Entonces, nada más me enteré de que la habían hecho editora le llamé y le pregunté si podía volver. Me dijo que empezaba el lunes y me sugirió que empezara con ella, sin más, solo me dijo: 'Reúnete conmigo esta noche', nos reunimos una hora después y conseguí el trabajo.



¿Cuáles fueron tus primeras impresiones al entrar en Vogue América?

¡Que todo el mundo vestía igual! Todo el mundo llevaba chaquetas Chanel. Bueno, te tienen que quedar bien...



¿Con qué frecuencia haces sesiones de fotos ahora?

Intento no hacer demasiadas porque no me gusta. Hoy en día, es difícil hacer tu trabajo bien porque no hay tiempo.



¿Cuánta gente trabaja contigo ahora en una sesión?

Seguramente entre 25 y 30 personas. Cuando empecé solía ser solo yo, la modelo, el fotógrafo, su asistente y quizás mi asistente también, eso como mucho.



¿Qué elementos forman parte de una sesión de Grace?


Para citar a Michael Roberts: jardines ingleses, flores, árboles, arte topiario, grupos, alta costura parisina, castillos franceses, grupos aún más grandes, trenes de vagones, tipis, campamentos de verano, inocencia, pelo alocado, faldas largas, cuadros históricos, familias felices, cubos de nostalgia y horizontes encantadores.



¿Qué es lo que crees que tiene que tener un buen fotógrafo?

Esa es una pregunta muy amplia, ¡necesitaríamos una cena para hablar sobre ello con todo detalle!



¿Qué consejo le darías a un asistente que está a punto de abandonarte?

Vete, pero ten presente que va a ser duro de pelotas. Va a ser muy, muy difícil y te llevará un tiempo ubicarte. No te creas que lo vas a conseguir en cinco minutos. ¡A mí me llevó 50 años!



Has sido la mentora para mucha gente a lo largo de los años...

Sí, y muchos de mis asistentes han resultado ser muy buenos editores, como Lucinda Chambers de la Vogue británica.



Y también Edward Enninful [director de consultoría de moda de i-D].

Sí, Edward, pero él no era mi asistente.



Sí, pero él te admira.

Me encanta Edward, le echo de menos.



¿Hay algún fotógrafo con el que te gustaría haber trabajado?

Desearía haber trabajado con [Richard] Avedon. Estuve a punto de hacerlo unas cuantas veces, tanto cuando estaba con Calvin Klein como cuando estaba en la Vogue británica. Cuando estaba en la Vogue británica me pidió que hiciera el estilismo para un anuncio con él pero sus fechas cambiaron y no pude hacerlo.



Has hecho un montón de cosas divertidas con Ellen [Von Unwerth] a lo largo de los años.

Sí, he hecho cosas maravillosas con Ellen. Me encanta Ellen. Y he hecho grandes cosas con Arthur [Elgort], y también me encanta todo lo que he hecho con Guy Bourdin. Bourdin era duro, pero a mí me gustaba su mente retorcida. Helmut [Newton] también era difícil. Conmigo siempre se portó bien, pero a veces te dejaba hecho polvo, podía aplastarte con tres palabras. Cuando trabajaba como modelo solía hacer llorar a las chicas todo el rato, pero a mí nunca me hizo llorar.



Hubo una época que los fotógrafos siempre hacían llorar a las chicas.

Sí, solían pensar que era algo inteligente, pero no lo es, es estúpido. ¡No vas a sacar lo mejor de alguien si está llorando!



¿De dónde salió la idea del libro?

Todo el mundo dijo: 'Tienes que hacer unas memorias', y yo pensé: 'Ni hablar, no quiero que todo el mundo sepa sobre mi vida'. Pero luego me presionaron para que lo hiciera y pensé: 'Bueno, quizás sea un reto interesante'. Esto fue hace unos dos años y luego se convirtió en algo enorme y firmé un contrato para un libro con Random House.



¿Puedes imaginar la historia de tu vida convertida en película?

No, pero puede que lo hagan. Quieren que hable con gente sobre ello, pero he insistido en que primero hagamos el libro.



¿A quién elegirías para que hiciera tu papel?

Eso también es una conversación que ocuparía toda una cena. Elegiría a Julianne Moore, a alguien así, y a Karen Elson para que hiciera de mí cuando era joven.

Hasta aquí la entrevista.

La verdad es que me ha resultado bastante difícil encontrar su trabajo editorial, así que aquí os dejo esta página donde aparecen bastantes fotografías, por si os pica la curiosidad ;)
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